lunes, 9 de septiembre de 2013

Soltar, dejar ir, let it be.

La sensación ya me es muy familiar: nudo en la garganta, dolor de estómago, se me fue el hambre de repente, incomodidad y en especial, tristeza.
Siento que retrocedí a mis 16 y 19 años, aunque cuando tenía 16 fue estar en carne viva (aún hoy todavía me duele) y a los 19 también dolió pero menos.
De todas maneras siempre dejar ir a alguien que querés mucho, que te gusta y por quien te preocupas es difícil, duele, molesta y da bronca.
Supongo que a veces ciertos finales son necesarios para tener un nuevo comienzo, soltar finalmente a una persona que fue muy importante para que lo siga siendo pero desde otro aspecto (pongamosle la etiqueta de "amigo") es un cambio, una transición que lleva tiempo y pensar, mucho, pero por sobre todo son lágrimas, muchísimas, repasar cien mil veces todos los detalles, recordar porqué no funcionó y porqué vos estás acá y él allá y que no comparten nada más que un puñado de recuerdos lindos, agradables, sacarlo del corazón (un poco) y de la cabeza, desacostumbrarte a todo, empezar a olvidar cómo eran sus besos, sus abrazos, cómo era dormir juntos, su risa, su forma de tratarte, la manera en que vos le hablabas y  sonreías y lo mirabas y sentías.
Es arrancarte algo vivo del alma y del corazón, de a poco, esperar que cicatrice y un día poder levantarte de la cama que te sirvió de refugio durante un tiempo, volver a ver a tus amigos, a comer, a salir, y sentir "estoy bien, ya pasó, una cicatriz más en el corazón pero es eso, una cicatriz,siempre va a estar pero sigue habiendo lugar para más cicatrices".
Soltar, dejarlo ir, let it be.



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