Los cuerpos comienzan a rozarse lentamente casi como si lo hicieran sin querer, ya no hay más espacio por lo que es imperioso estar juntos, muy juntos, una necesidad.
El ambiente es sofocante, solo la respiración de uno sirve como oxígeno para el otro, las bocas exhalan suspiros al aire, resoplan y se puede escuchar cómo inhalan y exhalan, tal vez algún que otro jadeo aislado.
La música cambia rápidamente y se puede sentir cómo un género musical se mezcla con el otro: cumbia, reggaeton, metal, rock internacional y nacional; inclusive de vez en cuando alguien tararea mientras juega con sus pies para seguir el ritmo de la canción.
De repente, sin avisar, sus miradas se cruzan y empiezan a medir las características del otro: la altura, la forma de las piernas, el color de los ojos, la distancia casi mínima que hay entre los cuerpos, el perfume que destila cada uno.
Entonces empieza una carrera loca, a empujones continuos, y la transpiración empieza a formar parte del paisaje hasta que al fin, acaba.
La señora gorda ahora ocupa el único asiento que estaba vacío en la linea 39 a las 18.30, cuando todos vuelven cansados a sus casas, apretados en el bondi.