lunes, 26 de noviembre de 2012

Relajarse

Estar acostada en la cama mirando al techo mientras escucho un violín interpretando diferentes obras es una de las cosas que más me relaja.

sábado, 24 de noviembre de 2012

Se pierden.

Ella llega a la casa de él, se saludan con un beso en la mejilla, suben por el ascensor hasta el departamento y se ponen a conversar mientras encienden un pucho.
Se miran, se ríen, escuchan música y pareciera que no hace falta nada más, están ellos dos, solos, compartiendo las horas que van pasando bastante rápido.
Depende de lo que él tenga en su casa se toma Coca o cerveza, y los vasos se pierden en la mesa que está llena de cosas: un faso perdido en una esquina, unas órdenes del médico por allá, una tarjeta de obra social, otros vasos.
Siguen conversando con música de fondo hasta que se miran insinuantes y ella ya sabe lo que viene después: un beso, de esos que la desarman por dentro, la mano de él en su cuello o sobre su  pelo, gesto que él sabe que "la puede".
Se levantan y sonriendo van hacia la habitación, como siempre nunca se sabe lo que se puede llegar a encontrar ahí porque él tiene toda la ropa tirada alrededor de su cama, ella dice, entre risas "ok, estoy sentada como en una isla, tu cama es una isla rodeada por toda tu ropa".
Se ríen hasta que él la silencia con un beso y poco a poco las prendas van cayendo, se van perdiendo en ese mar de ropas de él y empiezan a confundirse con la ropa de ella hasta que no se sabe de quién es ese pantalón, esas medias, porque ya no son las ropas de ella y de él, sino que son una sola.
Y como siempre, al otro día ella se va con un sentimiento amargo, triste. Porque ella se dio cuenta que lo quiere pero también sabe que él no va a cambiar, que él está bien así como está.
Entonces camina las 7 cuadras que la separan de su casa, se distrae con las personas que caminan por el boulevard, y cada paso que da se esfuerza por olvidarse de él. Siete cuadras, siete cuadras que va con el corazón estrujado hasta que llega a su casa y todo vuelve a ser como siempre: ella se junta con amigos y se caga de risa y él, él se pierde.

martes, 20 de noviembre de 2012

Bronca.

Me da bronca que las personas piensen que porque no soy "tan demostrativa" en cuanto a sentimientos y abrazos, palabras, etc. se crean con el derecho de decir lo primero que se les viene a la boca.
Que no demuestre lo que siento no significa que no sienta, que no llore después de que me dicen cosas que duelen o me emocione cuando estoy sola al recordar palabras o momentos lindos con amigos y/o familia.



sábado, 10 de noviembre de 2012

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"Porque mientras espero por tí me muero y no quiero seguir así".

Sin documentos- Andrés Calamaro.

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Hoy.

Hoy hace  calor así que camino una cuadra desde casa a la playa cargada de mi silla, un toallón, un buen libro y protector solar hasta llegar a la playa.
En el momento en el que siento que la arena de piedritas me hace cosquillas en los dedos de los pies me relajo, soy feliz.
Voy con mi hermana, que siempre me acompaña, y nos sentamos en las sillas a tomar sol cual lobos marinos al costado del río, y charlamos y reímos y nos entretenemos leyendo o mirando a las otras personas que están haciendo exactamente lo mismo que nosotras.
Y si bien estamos directamente expuestas al sol no sentimos tanto calor porque siempre está esa suave brisa de mar que te refresca, que permite que no te sofoques y que estés lo más pancho sin morir en el intento de adquirir un poquito más de color en la piel.
El mar no siempre es una opción, antes cuando era chica pasaba horas y horas jugando en el agua pero ahora, de más adulta, me volví más caprichosa y solo me meto al agua cuando es insoportable estar tomando sol.
Pero una vez que estoy ahí, en el agua fría, siento el alivio inmediato: la clave es tirarse rapidito abajo de esa ola gigante que no te da chance para salir corriendo, de ese modo o te tiras o la ola te lleva arrastrando por las piedras ( y duele, mucho, lo sé.). Entonces vas sintiendo cómo el frío recorre los brazos, después el torso y las piernas, pero con patalear un poquito ya entrás en calor y te acostumbras.
Y nado y nado, hasta que me canso y me quedo un ratito jugando en la orilla, como cuando era chica, sintiendo cómo la espuma se escurre entre los pies, las piedritas juguetean con el agua.

Entonces abro los ojos y me doy cuenta que estoy en Capital Federal no en Playa Unión*, que hay un ventilador en el techo que está funcionando a su máxima potencia y que estoy en mi cama, soñando, muriéndome de calor.




*Villa balnearia a 5 km de Rawson.