jueves, 24 de mayo de 2012

Buena suerte y hasta luego

Ella y yo solíamos ser mejores amigas. Un día nos prometimos y lo sentimos, amigas para siempre, en las buenas y en las malas. 
Estuvo cuando me enamoré por primera vez y dije mi primer “te amo” en voz alta, cuando lloré por él y maldijo conmigo el día en que me dejó, me convenció de que había mejores hombres ahí afuera y que él no era el único. 
Soportó mis diversos estados anímicos, me siguió en unos cuantos, bromeó conmigo, se río de mí, me reí de ella. Discutimos, nos peleamos, nos amigamos. 
La acompañé en su primer salida al boliche a los quince años, presencié su primer beso y compartimos la alegría del momento. Me convenció verano tras verano pasar en frente del entonces “el amor de su vida” para ver si lo encontrábamos “de casualidad”. 
Viajamos a Bariloche, nos disfrazamos, salimos, compartimos la habitación. 
Por mucho tiempo conformamos “el grupo”, las cinco buenas amigas. 
Nos perdimos, ella y yo, en el campo de mi familia y nos desesperamos cuando vimos que el sol empezaba a desaparecer detrás de esas montañas de tierra, pasto y animales. Nos reimos a carcajadas cuando nos encontraron y estábamos sanas y salvas en la cocina de la casa del campo. 
Nos distanciamos, nos alejamos, nos peleamos. 
Intentamos arreglar la situación, no pudimos. Discusión y buena suerte y hasta luego. 
Así, desapareció, se esfumó. 
Ahora es parte de mi pasado y de un buen manojo de recuerdos, de aquella mejor amiga que tuve y después, perdí.


2009.

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