miércoles, 4 de julio de 2012

Él, el músico. (I)

Ella se despertó después de haber dormido como hacía tanto tiempo no podía: relajada, en paz con ella misma y el mundo, con una sonrisa.
Sus ojos se mantuvieron cerrados unos cuantos minutos para escuchar la respiración de él ya que la noche anterior se apareció sin previo aviso y surgido de la nada misma (hacía días y días que no se veían), con su música le puso de nuevo el mundo, su mundo,  patas para arriba.
Al no escuchar nada de nada, tanteó a lo largo de la cama en búsqueda de su mano, sus brazos, su cuello y con los pies quiso encontrar las piernas de él para envolverse en un abrazo que jamás terminara pero encontró el vacío absoluto de ese maldito lado de la cama.
Ahí sí, decidió despertarse por completo y pudo notar que ese lado, el derecho, estaba intacto: las sábanas prolijamente dobladas, la frazada tapando la almohada y hasta estaba apoyado el almohadón blanco y negro que ella solía usar como decoración.
Se levantó y pisó su pantalón, caminó unos cuantos pasitos y levantó su camisa, el corpiño que estaba tirado al lado de su peluche, la bombacha, sus medias y por último, encontró sus botas. Pero de la ropa de él, ni rastro.
Ella pensó que el músico estaría en la cocina,ya habría encontrado lo que siempre tenía guardado en la heladera por si algún día él decidía aparecer de la nada, y  probablemente estaría ingiriendo lo único que sabía y podía tomar: su coca-cola bien fría.
Fue hasta ahí, casi corriendo con la sonrisa acompañándola, pero no lo encontró aunque si notó la botellita de gaseosa tirada en el tacho de basura y un vaso lavado.
De no ser por esos pequeños detalles,ella hubiese pensado que la noche anterior fue todo un sueño: sus besos en el cuello, su respiración agitada, los brazos envolviéndola con fuerza pero también con ternura, sus ojos mirando directamente hacia los de ella, sus dedos acariciando su pelo hasta que ella cayó en un profundo sueño.
El sol entraba por la ventana del living, parecía que iba a ser un buen día, así que ella se puso una campera arriba del pijama y salió al  balcón a ver cómo el viento movía lentamente las hojas del árbol que estaba en la misma vereda que su edificio.
Caminó a lo largo de ese balcón, pensando, reflexionando si había sido solamente un sueño o fue real, si el músico vino la noche anterior o no.
Y entonces, cuando estaba paseando por ese balcón, la vio: la única huella que quedaba de que su presencia fue real eran los dos cigarrillos apagados en el marco de la ventana.





2 comentarios:

Anónimo dijo...

Se va sin hacer ruido, sin despertarte, sin romper las bolas. ¡Que útil! ¿Y vos te quejás? Jajaja.

Caro dijo...

jajaj sabés bien que no es por eso!